En la ciudad africana de Akasawa se ha descubierto una
extraña sustancia que provoca la ceguera. Varias personas, representando
diferentes intereses internacionales, combaten por hacerse con ella.
“Como sencilla y leal representación de la manera en la que
hálito novelesco del krimi se encorsetó dentro del espíritu desprejuiciado de
la industria europea de géneros y subgéneros, El diablo que vino de
Akasawa se redime dentro del cine de culto como una pieza capaz de
dramatizar en lo cinematográfico las características ágiles del pulp, poniendo
en evidencia la facilidad de su creador por la elaboración artística erradicada
en el libertinaje y la anarquía conceptual, con el plus de contar con todo un
fenómeno cinematográfico de imborrable recuerdo como Soledad Miranda, la
primera de sus musas” (Dani Rodríguez)