Int.: Tota Alba, Rafael Alonso, Ángel Álvarez.

España. DCP. B/N. 91’

Retrato costumbrista del Madrid de comienzos del siglo XX, centrado en una de sus calles, en la que viven y conviven varias familias de variada posición económica y social. Fue la última película del director Edgar Neville.

“La calle no es solo una calle cualquiera, sino la metonimia de todo un país. En ella residen y conviven el conjunto de arquetipos que compendian y definen la colectividad: monárquicos y republicanos, mercaderes e indiferentes, trabajadores y holgazanes, aspirantes a tonadilleras y amas de casa vocacionales, descendientes de nobles e hijos de plebeyos. Todo un microcosmos urbano contemplado y expuesto en tono de comedia costumbrista amable, pero bajo el que palpitan un buen número de conflictos igualmente prototípicos, ya sean laborales, sentimentales o de clase, estos últimos muy especialmente, capaces de estallar a poco que lo dicten las circunstancias. De esta manera se describe sucinta pero suficiente no solo el imaginario casticista imperante entre nosotros durante buena parte del siglo XX, y anteriores, sino, lo que es más importante, su progresiva obsolescencia con el paso del tiempo. Un imaginario que Neville, al rodar Mi calle, detectaba casi como totalmente cadáver, por lo menos cada día más desplazado por otro tan poco arraigado como desconocido implantado por el desarrollo económico y el progreso.”